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Razones contra la violencia. Por la convivencia democrática en el País Vasco, vol. II
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Sobre la violencia terrorista de ETA y sus entornos se ha discutido y escrito ya mucho. ¿Vale la pena seguir insistiendo en ello? ¿Ayuda a la causa de la paz? La pretensión de Bakeaz, invitando a personas significativas del País Vasco en el campo de la reflexión y el trabajo cívico por la paz a que ofrezcan sus aportaciones sobre este tema, es que sí. Por supuesto, ello exige determinadas condiciones: que se asuman decidida y fundadamente los principios democráticos que se cohesionan en torno al derecho a la vida y la libertad, que se trate de una reflexión a la que su compromiso con la causa de la paz y la libertad no le quite, al revés, le potencie su consistencia y solidez, el esfuerzo por buscar siempre los mejores argumentos y los mejores análisis, estando atentos a los diversos aspectos de la realidad, que sea una reflexión dialogante, abierta críticamente a las razones de los otros, ya sea en la propia argumentación, ya sea confrontando nuestras aportaciones con las de los demás.El conjunto de los trabajos lo hemos englobado bajo el título Razones contra la violencia. Por la convivencia democrática en el País Vasco , porque creemos que sintetiza adecuadamente tanto las intenciones del proyecto como las diversas aportaciones. Aparentemente, nada hay más frágil que una razón contra la fuerza destructora de la violencia. Pero por otro lado, nada puede ser tan fuerte para destruir de raíz la dinámica violenta como las razones que descubren su inhumanidad e irracionalidad. Ante esta tensión entre fragilidad y fortaleza de las razones frente a la violencia, vale la pena apostar activamente por que se imponga su fortaleza, por alumbrar una situación en la que las únicas armas sean las palabras.El trabajo de Aurelio Arteta, La gran infección, se pregunta si, además de sujetos pacientes de la violencia terrorista, no seremos también, unos más y otros menos, sus cómplices. Los modos de esa colaboración son múltiples: desde la aceptación acrítica de los fines y principios que se plasman en medios tan cruentos hasta el uso extendido de tópicos y categorías políticas que nos confunden, desde el estímulo que le presta el nacionalismo moderado hasta el prestigio inconsciente que reviste la violencia cuando se acompaña de la mística del sacrificio o de la idea de una injuria previa. La devaluación de la vida humana, la instalación de la sociedad en el miedo, el cultivo de una falsa piedad o la equivalencia entre liberación nacional y progresismo político serían, a un tiempo, resultados y mecanismos reproductores de aquella violencia. Pese a su repudio masivo, las propuestas de una equidistancia entre los verdugos y sus víctimas, la búsqueda de un espacio imposible entre ETA y el Estado, parecen conspirar en favor de una promoción de la Causa terrorista. Hay todavía entre nosotros demasiados síntomas de confusión conceptual y de falta de coraje moral.El ensayo Poder político y uso de la fuerza en el Estado de derecho, de Demetrio Velasco, defiende que el uso de la fuerza puede repugnar siempre a conciencias especialmente sensibles a los valores de la libertad y de la paz, pero su uso razonable, en el marco de un Estado democrático, es la fórmula menos inadecuada que los seres humanos hemos encontrado para satisfacer el ansia de seguridad injustamente amenazada por la violencia incontrolada. El autor denuncia las posiciones de algunas fuerzas sociales y políticas sobre todo las de quienes tienen responsabilidades de gobierno que, como en el caso vasco, por una inhibición ideológicamente inducida ante el uso necesario de la fuerza legítima, han generado en los violentos una actitud de desafiante impunidad, y en la sociedad, en general, una preocupante situación de falta de libertad y seguridad. Saber asumir los costes que conlleva el uso legítimo de la fuerza es hoy una condición imprescindible para afrontar el reto democrático de afirmar, a la vez, la seguridad y la libertad.En el capítulo Política y violencia en Euskal Herria, Imanol Zubero plantea que todas las estrategias y propuestas para la normalización y pacificación de Euskadi, vinculando violencia y política, contribuyen a mantener un imaginario ampliamente extendido: el de una mesa, en algún lugar, en torno a la cual se sentarán un día diversas personas con capacidad de negociar un final para la violencia y con voluntad para hacerlo. Este imaginario es fuente de contradicciones y de parálisis. Es preciso liberar la política de la trampa de la violencia. Es preciso que las fuerzas democráticas se comprometan con la tarea de hacer lo que se puede y lo que se debe hacer, al margen de la violencia. Rechazar el imaginario de la mesa de negociación no supone rechazar el diálogo y la negociación. Es necesario mantener una permanente actitud de diálogo a partir de condiciones democráticas y de posibilidad histórica, lo cual sólo puede garantizarse si el diálogo nace de las necesidades y aspiraciones realmente expresadas por la ciudadanía. Cuando esas condiciones son establecidas por quienes se sirven de la violencia, no sólo quiebra la democracia, quiebra la posibilidad histórica.
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