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Relatos blanqueños de antaño
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El mundo ha evolucionado enormemente en los últimos 50 años, y tanto la tecnología como las redes sociales han jugado un papel importante en el progreso de la sociedad. Las personas han cambiado su manera de pensar y ver al mundo. Sin embargo, hay algunas cosas que echamos de menos, por ejemplo, la simplicidad de la vida en épocas anteriores. Vivimos cada día con más prisa y el trabajo ya no es como antes. Anteriormente, con los ingresos de un padre era posible mantener a una familia e incluso pagar la hipoteca de una casa en 10 años. Cada mañana los niños se levantaban, desayunaban y se iban al colegio. Al mediodía tenían que ir por un cántaro de agua a la fuente. Jugaban con juguetes hechos por ellos mismos: muñecas de trapo, caballos de madera y otros.Nuestros abuelos se dedicaban, mayoritariamente y de sol a sol, a trabajar en el campo. No existía la mecanización. Muchos blanqueños tenían su propio trozo de huerta o finca y cultivaban la tierra sin métodos modernos como los que hay ahora. Un simple arado tirado por animales era lo único existente, o simplemente un arado movido por una persona, en contraposición a la sofisticada y avanzada maquinaria de hoy en día. Adicionalmente, prácticamente la mayoría de los productos cultivados se utilizaban para auto-consumo. Otra misión era la de cuidar el ganado en los corrales. De esta forma más de una familia tenía siempre gallinas y conejos como carne, además que lógicamente los huevos no faltaban. En las escuelas los libros eran en blanco y negro. Escribían con unas plumas de punta de un metal dorado que tenían que estar metiendo en un tintero para coger la tinta. En casa ayudaban a lavar la ropa, y más de uno iba al río o a la acequia para coger agua. Volver a conectarnos con nuestras raíces, con nuestra historia, con lo pequeño. Vivir en un pueblo era y es un cambio para despertar y volver a lo simple y al origen.
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